Querido lector
Me presentaría diciéndote que me conoces mejor de lo que crees. No por las experiencias que hemos vivido juntos ni por los rasgos físicos que me ha otorgado la divinidad humana. Me conoces por esa acceleración cardiovascular que indica el comienzo de una aventura, esa pérdida de aliento cuando hablas tus más sinceras palabras, ese hormigueo que recorre tu cuerpo al plantarte en el escenario de ¿Quién soy yo? ¿Qué quiero hacer?
Y en el abismo de rutinas y ambiciones, siempre escuchamos el cuchicheo de ese YO más puro. Ese YO que brillaba siendo un niño, que se fue escondiendo con la adolescencia y la adultez. Por aceptación al grupo, por convivencia, por miedo. Miedo al vaivén de retos que nos llegan a plasmar la inmensidad de nuestras capacidades, entreabriendo nuestra puerta de potencial que ciega a esos que nos miran directamente a los ojos.
Somos más de lo que pensamos pese a que pensemos menos de lo que somos.
Aquí nació Pillow, fruto de la imaginación de un niño y ese primer paso en el escenario de ¿Quién soy yo?
Y en el abismo de rutinas y ambiciones, siempre escuchamos el cuchicheo de ese YO más puro. Ese YO que brillaba siendo un niño, que se fue escondiendo con la adolescencia y la adultez. Por aceptación al grupo, por convivencia, por miedo. Miedo al vaivén de retos que nos llegan a plasmar la inmensidad de nuestras capacidades, entreabriendo nuestra puerta de potencial que ciega a esos que nos miran directamente a los ojos.
Somos más de lo que pensamos pese a que pensemos menos de lo que somos.
Aquí nació Pillow, fruto de la imaginación de un niño y ese primer paso en el escenario de ¿Quién soy yo?