Pillow
"Every child is born an artist; the question is how to remain an artist as one grows up"
Conquístame los oídos,
con tus erupciones y el canto de tus gallos. Que plumas decoren el suelo y que olor de tortillas recorra los portones bajo las nubes del mediodía. Cuéntame tus adivinanzas, esas que tararean tus vestidos coloridos, con rosas y verdes, amarillos estridentes y blancos delicados. Envíame una de tus brisas Para recordarme de tus sutiles respiros Ésas que acariciaban aldeas Sofocando el calor En días de agosto. ¡Sopla bien fuerte, sin recelo! Que se me ponga la piel de gallina Que se zarandee mi cabello Que se me llenen los pulmones De tu arrojo más bello al otro lado del charco.
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Los turistas no pasan desapercibidos,
Mochilas de Quechua, bambas deportivas, Jóvenes viajando, descubriendo el mundo, Pese que, sin plata, sin viaje alguno. Privilegiados parecen, conscientes no tanto, De la suerte, responsabilidad Que les ha tocado. Música electrónica, alcohol tropical, Noches sin fin, en la playa y el bar. Mojitos, cocos locos, piña coladas y tequila. No pagan en efectivo, pagan con Visa, Se escapan de casa, “viven la vida” iPhone con Uber, Samsung con insta. Pero ante sus lentes de fiesta jovial Se pierden la realidad de una cultura perpleja Tras rostros cansados y sudor de un pueblo, Con corazones latiendo, ojos abiertos. Ciento un historias que no escucharan Por sus noches sin fin en la playa y el bar. Me repugna ciertamente, siempre lo mismo La falta de valores que viste el turismo. Una vertiente que jamás he conocido,
Es no escuchar las campanas, perdido en el olvido, De amores lejanos, deseos pendientes, Escudo de guardia, espada de frente. Un mendigo pide limosna en la mañana tempranera, Sentado, ofuscado, combate la borrachera, De la noche anterior, semanas tal vez, Un vaivén sin destino, un mulato con fe. Motocicletas recorren la dormida ciudad, De pescadores y mercantes de todo lugar. Los peces nadan libres al fondo del lago, Las palmeras bailan un vals de enamorado. La buganvilia persigue la fachada soberbia, Décadas en pie, mohosa y con hiedra, Pero como un niño la buganvilia no cesa, De repartir sus rosas flores y brindar su belleza. La rosada maquilla los bancos del muelle, Donde pescadores pescan, donde borrachos beben, Pero sentado y mojado no se encuentra alguno, En sus lechos reposan con sus sueños fortunos. La compañía decora la paz del alba, De rodillas al lago, del volcán la falda, Las lanchas descansan y el sol se asoma, Cantando los buenos días, a la fauna y la flora. Los pescadores no pescan, los mercantes amanecen, El mendigo, la buganvilia y la rosada parecen, Brillar bajo una madrugada anaranjada y morada, Contemplando un mundo que llaman Guatemala. Una luz anaranjada acaricia su rostro. Se oyen coches pasar, con alguna bocina de fondo que ornamenta la sinfonía de sus palabras. Me destellan imágenes de sus anécdotas, gente desfavorecida, madres enfermas; esos que nacieron donde los recursos no estaban. Utilizan el humor para mediar con sus problemas, dicen bromas para minimizar su dolor.
Su mirada no se atreve a cruzarse con la mía. Observa fijamente las mantas en las que nos sentamos, con hombros caídos, espalda curvada. Agarro sus manos frías para darles ese calor que parece escaparse con sus frases. Me las aprieta. Me explica como todo esto no es justo, no vale todo lo que nos ha tocado. Nos ha tocado la lotería, pero no compramos el boleto, nos han otorgado salud, pero no esperamos días. No esperamos meses. Nos dieron alimentos, pero nunca trabajamos el cansado campo. Nos dieron un lecho, pero nunca dormimos al descubierto. Se nos otorgó el alfabetismo y el contar; la suma y la resta como la merienda de los martes. La lectura, la escritura; pasajes a la creatividad humana, a la imaginación divina. Herramientas invisibles que daba por supuesto, pasan a ser un privilegio que solo unos cuantos tenemos. Escribir es un privilegio, leer es un privilegio. Expresarse es un privilegio. Pero sentir es algo que todos tenemos, y me siento engañado. No nos merecemos la lotería que nos ha tocado. 20 nutritionists, teachers and educators sit around a table as an attendance list passes across the room. We are discussing about the enrichment of education in the unfavorable communities of the rural areas of the country. Serious faces and concerned looks are exchanged as the situations are exposed on the blackboard. After 1 year of intervention, 10 communities are being evaluated. Some communities don’t have fathers and uncles, for they migrate to tend the land in neighboring countries. Others show high crime rates due to drug trafficking. Orphans wander the streets and mothers spend their time in markets and shops doing everything they can to feed their kids. And in the background of this context, one finds 50 teachers that unleash the dreams of those few kids who ended up in school. Most communities have tropical climates, where children sweat through their classes while dogs lie dehydrated in the playground. Flies seem tired of buzzing through the classrooms, so they sit on humid corners until the hot sun slowly fades. Sometimes they rest on the dogs’ wounds, as the mutts don’t have the energy to bother. Past noon, grey clouds begin to hinder the sky, diluting the grey smoke from the tin huts of the village and the dark exhaust from the cars that cross rocky roads. Rain begins to pour. Thick raindrops plummet onto the tin school roof, as if bullets where racketing from the sky. Dogs wobble under rooftops and trees. Flies vanish. A thick mist of warm water spreads around the hallways, with drops racing down children’s foreheads. Foam cups and wrappers glide to the rocky roads with the growing stream of warm water. A plastic bag wraps around a pole and holds on. But pens keep dancing and the teacher keeps preaching. Ideas rain into the student’s notebooks, warm giggles racket through rain. Drawings and paintings decorate the walls, smiles and open eyes decorate the room. Education is all these kids have, and as unfavorable as some may believe, nobody seems to stand between these kids and their dreams. I sign the attendance list and pass it on. |
AuthorI was told writing was dreaming with your fingertips. Turns out dreaming is harder than it seems. |